El síndrome de riqueza y de pobreza
El patrimonio neto de las 200 personas más ricas del mundo supera los ingresos conjuntos del 40% de la población del planeta
Un informe de la Asociación Mundial de Psicología advierte: “El mundo de la alta tecnología ha originado una nueva enfermedad: el síndrome de riqueza, que se manifiesta en depresión grave, ataques de pánico e insomnio. Algunos nuevos ricos se sienten culpables por tener tanto dinero y creerse sin derecho a él; otros caen en la paranoia y temen que los exploten. Sin saber cómo afrontar este conflicto”.
Al respecto, el psicoterapeuta Stephen Goldbart dice: “Les arruina la vida, destroza su familia y los precipita a conductas destructivas. El dinero no siempre trae paz y tranquilidad. Se les recomienda que formen parte de la vida comunitaria y no se limiten a extender cheques a instituciones caritativas”.
El diario canadiense National Post señala: “En Estados Unidos y Canadá, hay 2 millones 500 mil multimillonarios, cifra que supone casi un 40% más que en 1997”. Esto indica que la revolución tecnológica ha llevado a la opulencia principalmente a la gente joven.
“Unas mil 200 millones de personas están subalimentadas y pasan hambre, y una cantidad igual o mayor come demasiado. En la actualidad hay en el mundo más desnutridos que nunca antes, y la cifra de los subalimentados y sobrealimentados parece rivalizar en el mundo entero”, según un estudio del Instituto Worldwatch con sede en la ciudad de Nueva York. Solo en Estados Unidos, el año pasado se realizaron 400 mil liposucciones, lo cual demuestra gula al momento de comer.
A juzgar por el informe anual del Fondo de Población de las Naciones Unidas, se prevé que el crecimiento demográfico de los países en vías de desarrollo hará que la población mundial aumente a 9 mil 300 millones para el año 2050. Se calcula que 4 mil 200 millones de personas vivirán en países donde es imposible satisfacer las necesidades básicas de comida y agua, cifra que representa el doble de la cantidad que hoy día carece de alimento suficiente.
El patrimonio neto de las 200 personas más ricas del mundo supera los ingresos conjuntos del 40% de la población del planeta.
Otro dato curioso es el de niños, jóvenes y adultos expuestos al “sueño de los comerciantes”, convirtiéndolos en consumidores compulsivos, y no hay nada que contrarreste esta tendencia. El tiempo que pasan frente al televisor les enseña a ser selectivos con lo que ven. Un niño común ve aproximadamente 30 mil anuncios comerciales al año, más que los 10 mil anuales de la década de los 70. Hemos creado más abundancia material, y a la sombra de esa abundancia, más aflicción emocional.
Hay quienes condenan la globalización como la raíz de todos los males del mundo, mientras otros la aclaman como la panacea para la mayoría de los problemas de la humanidad.
Esta creciente integración internacional ha producido toda una serie de consecuencias de carácter económico, político, cultural y medioambiental. Resulta paradójico que los dueños de las riquezas del mundo, y quienes deberían tener en sus manos el futuro de la humanidad, se vean obligados a mendigar; y sean manipulados por fuerzas ajenas a su control.
No se puede negar que la riqueza ha aumentado, pero en manos de algunos cuantos acaudalados. En los países ricos el salario sigue aumentando, en contraste con las 80 naciones pobres que han visto reducir el sueldo promedio en los últimos 10 años.
La globalización económica es impulsada por fuerzas de mercado que se interesan más en las ganancias que en la protección de los más necesitados y esto afecta la vida de todos. “La fortuna del hombre más rico del mundo supera el patrimonio neto conjunto de más de 100 millones de seres humanos”, señala Kofi Annan, secretario general de Naciones Unidas.
Prácticamente, la mitad de toda la humanidad subsiste con 2 dólares diarios o menos en un mundo de riqueza sin precedente. Algunos derrochan los recursos y otros no tienen a su alcance los necesarios para subsistir. Estas terribles injusticias de nuestra comunidad global genera desesperación, angustia, malestar y frustración. He aquí el síndrome de pobreza.
En gran parte, se han agravado los problemas que ya existían en nuestro mundo confuso, en lugar de solucionarse. Hay una total inestabilidad que empobrece a la humanidad en todos los sentidos.
No basta solo con disponer de mecanismos globales. El mundo necesita también de valores éticos: “las personas deben tratar a los demás como ellas mismas desean ser tratadas”.
La pobreza también se relaciona con la ignorancia. El hombre y la mujer no saben resolver sus problemas; no tienen educación y aprovechan mal la naturaleza; no saben cuidar a sus hijos ni cultivar la tierra y tampoco transmitir la vida de manera responsable. Es necesario un profundo proceso de transformación y educación generalizada, en que ambos ejerzan su libertad en los diversos campos de la actividad humana: en el trabajo y en su compromiso político, familiar y espiritual.
Dado que el problema de los pobres es mundial, todos debemos buscar soluciones. Lo primordial es ofrecer una esperanza para el futuro que merezca la pena vivir, incluso en las condiciones más difíciles. Pero esta visión no llega a la puerta como un servicio a domicilio.
Esto implica elementos como el compromiso por una causa, la abnegación y el altruismo sin ánimo de lucro o beneficio. Es darse uno mismo: el tiempo, las manos, los pies, las ideas, una dosis de sentido común, el conocimiento profesional y el interés de ayudar al prójimo.
Entre la riqueza y la pobreza hay una línea divisoria que parece rivalizar entre ambos. Su efecto más provechoso es tener la valentía de educar y valorar al necesitado. Es un acto productivo y vivificador que te atraviesa la mente y el corazón. Después de esto...no hay más nada. Inténtalo. Te sentirás feliz y saludable.
Geraldine Emiliani S. gemiliani@mail2panama
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