EL DON DE COMER Y BEBER
El Libro bíblico de Eclesiastes, muestra que COMER es un don divino. La Biblia de las Américas dice en 2. 24: “Nada hay mejor para el hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno. Esto también yo he visto que es de la mano de Dios”. Tres cosas que andan juntas, venidas de la mano de Dios, o sea, como don o regalo: comer, beber y un buen trabajo.
En 11. 1 dice: “Dale de comer al hambriento, y un día serás recompensado”. No es dando al que más tiene, que recibiremos recompensa, sino dando al que nada tiene.
El 2 dice: “Comparte lo que tienes con siete y hasta ocho amigos, pues no sabes si mañana el país estará en problemas”. El pan es “nuestro” cada día. No es como reza el Peronismo: “la Patria es el otro”, ni como defienden los derechistas: “como, bebo, y hago lo que quiero, porque mi dinero es fruto de mi trabajo”; “el Gobierno sustenta a vagos con mi dinero”, etc.
El 3 dice: “Cuando las nubes se ponen negras, de seguro va a llover”. ¿El país está en crisis? No hay nada legítimo que hacer sino tan solo tapar las goteras, cerrar las ventanas, invitando a los que están en la intemperie a compartir nuestra mesa y la casa para descansar del trabajo.
El 4 dice: “Cuando el árbol cae, no importa de qué lado caiga; donde cae, allí se queda”. No condenes al que cayó de su trabajo, del sistema de convivencia social, a un gobierno que cae o se desliza de una buena administración, o al amigo, hermano o vecino que cae de la honestidad. Es un único árbol que cae, donde cada uno de nosotros es un gajo, una hoja, un tallo. “Si quieres sembrar, no te quedes mirando al viento; si quieres cosechar, no te quedes mirando al cielo”: Quedarse mirando a lo temporal, lo pasajero, tales como el Gobierno, el trabajo, el dinero, es improductivo y si no colaboramos en algo, ser “de mala leche” es mucho peor que ser vago. Y quedarse de rodillas ante representaciones de Dios, esperando milagros, no nos da la alegría de cosechar sino apenas otra alegría menor, la de recibir.
El 5 dice: “Nadie sabe qué rumbo toma el viento, ni cómo se forma el niño en el vientre de la madre, ni cómo hizo Dios todas las cosas”. Mienten, cuando aseguran que la pobreza y la escasez los produce el otro lado de la política, o le alcanzan a los que no ofrendan ni diezman. En todo eso, hay muchos factores espirituales [viento], obra de conjuntos humanos [el niño por nacer], y Dios como el Soberano. En la presente Pandemia, poderosas instituciones religiosas están mendigando monedas para poder mantener sus templos, y algunos, para hacerse tratamiento médico.
El 6 dice: “Hay que sembrar en la mañana, y volver a sembrar en la tarde. Nunca se sabe cuál de las dos siembras será mejor, o si las dos serán abundantes”. HAY QUE SEMBRAR. La “iglesia” que antes de la Pandemia hacía acepción de personas en el sembrar; que no invertía en sembradores; que no instruía a sembrar correctamente; que aceptaba sembradores de cizaña, rechazando a los buenos sembradores de la verdad, no tiene derecho a esperar que los hermanos se aboquen a sembrar más y mejor en Pandemia, sino la expectativa de que aumenten los que necesiten su socorro.
El 7 y el 8 dicen: “¡Qué bueno es disfrutar de la luz del sol! Pero aunque vivamos muchos años, y todo ese tiempo lo vivamos felices, no debemos olvidar que nos esperan muchos días de oscuridad, y que del mañana no esperamos nada”. ¿Quejarte que “con este gobierno [u otro] perdí el empleo”, o salario, o beneficios, o derechos, ni el Antiguo Testamento y la Ley de Moisés endosa que lo hagas. Así como el Sol sale para todos: trabajadores y vagos, también el mismo Sol se ocultará de quienes trabajan y son solidarios. En esto de DAR, en la tierra, y en el tiempo, no hay privilegios ni predilecciones. Todos debemos dar; hasta la viuda con unas únicas monedas.
Finalmente, si enfermamos por comer, beber o trabajar, es común, así como cometer errores en el uso de otros dones como el hablar en otras lenguas, la profecía, la enseñanza. Nadie va a perder la salvación o ir al infierno por eso. Tan sólo podrá partir antes de tiempo, o quedar postrado en medio del camino. Y a veces compartir experiencias bendice a otros, pero compartir la comida, la bebida y ofrecer trabajo digno también. Me temo que terminando la Pandemia miremos a nuestros templos para alabar a Dios porque permaneció de pie y abiertos, pero que no hayamos creado fábricas y empresas para los hermanos sobrevivir llevando su propia carga, mientras ayudan a los otros a llevar las suyas.
Misión Mundial de la Gracia
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